miércoles, 5 de febrero de 2014

No me gustan las ventanas // Não gosto das janelas

[Versão em português embaixo]


Entré sofocada al avión. Coloqué las maletas en la parte de arriba, pedí permiso a mi compañero de silla y me senté. 8A. Esta vez me tocó ventana. No me gustan las ventanas en los viajes largos porque hay que pedir permiso para ir al baño. Lo bueno es que tienes donde recostar la cabeza y si es de día distraerte con el paisaje cielítistico, esta vez no era el caso. El hombre que estaba al lado mío me preguntó que si ya estaba más tranquila, le dije que sí, que pensé que iba a perder el avión. Fui la última en entrar. Por alguna razón me senté en la puerta equivocada del aeropuerto y cuando me di cuenta, era muy tarde. Salí corriendo, me estaban llamando por el micrófono del módulo y ya el resto lo saben. 

Los aeropuertos tienen sus historias. Hay gente que piensa que son lugares maravillosos, pues puedes encontrar gente de todos los lugares del mundo. Nunca he ido a Nueva York, pero imagino que el John F. Kennedy es una torre de babel, y además un claro ejemplo de la diversidad humana y de lo complejo que somos. ¡Emocionante! Los aeropuertos también son un lugar de sentimientos concentrados. En este viaje, por unos segundos, miedo a perder el vuelo y una gran tristeza y melancolía por dejar a Colombia con toda la gente que quiero. Generalmente, me siento muy sola después de que cruzo la puerta de la sala de espera. Generalmente estoy sola, además. Diferente pasa cuando llego y veo personas que conozco y quiero. Mi hermana generalmente me espera con un globo que dice “Bienvenida”. Antes me parecía cursi, pero ahora saber que está ahí me hace sentir muy especial y querida. Es un momento realmente feliz. Emoción, felicidad, miedo, tristeza, vergüenza, amor, melancolía, soledad, todo eso en un solo lugar. 

Me ha tocado esperar varios vuelos internos por muchas horas en Guarulhos, el aeropuerto de São Paulo. Conozco los lugares donde están los enchufes para el computador y no hay mucha bulla que interrumpa una película, también sé qué baño es mejor para hacer chichi sin poner en peligro tus maletas. He estado muchas horas ahí, pero al fin y al cabo son sólo unas horas. Muy pocas personas pasan gran parte de su vida en los aeropuertos. Estos espacios entran en lo que Marc Augé llamó de ‘no-lugares’, lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como tal. Fue de este elemento que se agarraron los creadores de la película La Terminal para hacer una historia donde el protagonista vive en un aeropuerto, volviéndose un lugar en el mayor sentido de la palabra. 

Mi compañero de silla del vuelo a São Paulo, el de la 8B, me dijo adiós después de que pasó por migración y yo esperaba en el módulo que el funcionario me devolviera mi pasaporte. Con seguridad no lo iba a ver nunca más. No hablé mucho con él tampoco, ni sé como se llama. Mi familia alega que soy demasiado confiada, entonces trato de estar más precavida. El tipo podría ser cualquiera y tal vez no lo recordaría si hoy no me hubiera puesto a escribir sobre aeropuertos. Es la transitoriedad presente desde todos sus puntos de vista, acompañada por sentimientos que seguramente, durarán varios días en irse. Los extremos juntos. Eso son los aeropuertos. 

¿Qué experiencias buenas o malas has tenido en un aeropuerto? ¿Qué piensas de estos lugares? ¿Cuál ha sido el aeropuerto que más te ha gustado? ¿Cuál es tu opinión acerca de los aeropuertos de América Latina? ¿Cuál es el más bonito? ¿Has visto a algún famoso en ellos? ¿Conociste a tu pareja en un aeropuerto?

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Não gosto das janelas
Tradução de Thiago Bueno

Entrei sufocada no avião. Coloquei as malas na parte de cima, pedi licença para meu colega de fileira e me sentei. 8A. Desta vez fiquei na janela. Não gosto das janel
as nas viagens longas porque é preciso pedir licença para ir ao banheiro. O bom é que você tem onde encostar a cabeça e, se é de dia, distrai-se com a paisagem celestial, mas não era o caso. O homem que estava ao meu lado me perguntou se eu já estava mais calma, disse que sim, que pensei que ia perder o avião. Fui a última a entrar. Por alguma razão, sentei-me no portão errado do aeroporto e, quando percebi, era muito tarde. Saí correndo, estavam me chamando pelos alto-falantes e o resto vocês já sabem.

Os aeroportos têm suas histórias. Há quem pense que são lugares maravilhosos, pois se pode encontrar gente de todos os lugares do mundo. Nunca fui a Nova York, mas imagino que o John F. Kennedy seja uma torre de babel, além de um claro exemplo da diversidade humana e de como somos complexos. Emocionante! Os aeroportos também são um lugar de sentimentos concentrados. Nesta viagem, por alguns segundos, medo de perder o voo e uma grande tristeza e melancolia por deixar a Colômbia, com todas as pessoas que amo. Geralmente, sinto-me muito sozinha depois que atravesso a porta da sala de embarque. Geralmente estou sozinha, também. Já é diferente quando chego e vejo pessoas que conheço e amo. Minha irmã geralmente me espera com um balão que diz “Bem-vinda”. Antes eu achava piegas, mas agora saber que está ali me faz sentir muito especial e querida. É um momento realmente feliz. Emoção, felicidade, medo, tristeza, vergonha, amor, melancolia, solidão, tudo isso num só lugar.

Já tive que esperar vários voos domésticos durante muitas horas em Guarulhos, o aeroporto de São Paulo. Sei dos lugares onde estão as tomadas para o computador e onde não há tanta agitação que atrapalhe um filme, também sei qual banheiro é melhor para fazer xixi sem colocar as malas em perigo. Passei muitas horas ali, mas, ao fim e ao cabo, são só umas horas. Muito poucas pessoas passam grande parte das suas vidas nos aeroportos. Estes espaços entram no que Marc Augé chamou de “não lugares”, lugares de transitoriedade que não têm importância suficiente para serem considerados como tais. Foi deste elemento que partiram os criadores do filme O Terminal para fazer uma história em que o protagonista vive em um aeroporto, tornando-o um lugar no maior sentido da palavra.

Meu colega de fileira do voo para São Paulo, o da poltrona 8B, despediu-se de mim depois de passar pela migração, enquanto eu esperava no balcão que o funcionário devolvesse meu passaporte. Com certeza eu nunca mais iria vê-lo. Não falei muito com ele, nem sei como se chama. Minha família diz que sou confiada demais, então tento ser mais precavida. O sujeito poderia ser qualquer um, e talvez nem me lembrasse dele se hoje não tivesse resolvido escrever sobre aeroportos. É a transitoriedade presente de todos os seus pontos de vista, acompanhada por sentimentos que certamente demorarão vários dias para ir embora. Os extremos juntos. Assim são os aeroportos.

Que experiências boas ou ruins você teve em um aeroporto? Que acha desses lugares? Qual foi o aeroporto de que mais gostou? Qual a sua opinião sobre os aeroportos da América Latina? Qual é o mais bonito? Já viu alguém famoso neles? Você conheceu sua companheira ou companheiro em um aeroporto?

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1 comentario:

  1. Buena entrada!

    Mucho no puedo decir de los aeropuertos de Hispanoamérica, pero no creo que sean peores que los brasileños: viejos, caros, pequeños y desorganizados - como los puertos, las carreteras y los transportes en general, el sistema eléctrico y las telecomunicaciones en esta impostura de país.

    Thiago

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